Les dejo una historia que comence a escribir hace tiempo. Espero que les guste, para seguir publicando los proximos capitulos. ademas les dejo el link de mi otra historia Ludo, el vampiro
-Capítulo 1-
Primer sorbo
Cuando entró a la tienda, supe claramente lo que era. Cuando un humano
se transforma en vampiro, pierde todo rastro de olor de cualquier tipo en su
cuerpo, podría decirse que somos inodoros. Conocía a un pequeño círculo de
vampiros desde mi conversión pero a este nunca lo había visto en mi existencia.
La ciudad de Nueva Berry alberga a más de un millón de personas en sus
más de doscientas colonias, distritos populares y comunidades adjuntas, así que
se puede decir que es una gran ciudad. Donde ocurre cualquier cosa
impresionante, de esas, que solo ocurren en las películas de acción. Pero solo
un pequeño porcentaje de vampiros habitan esta ciudad y la mayoría de estos
viven ocultos en las sombras.
No había ningún cliente en el local, ni siquiera la cajera que siempre
estaba junto al mostrador, así que lo tenía sola para mí beneplácito. No medía
más de metro ochenta, su cabello largo y castaño peinado hacia un lado y la
leve barba de tres días, lo hacían verse moderno. "Aparentemente" no
pasaba de los veintiséis años. Joven y guapo; lo típico que una chica busca en
un hombre.
Desde mi conversión hace cinco años, estaba interesada en conocer las
experiencias de "los otros" como me gusta llamarlos, pero tan solo había
encontrado un pequeño grupo que no pasaba de cuatro miembros, donde casualmente
yo era la mayor, así que no había mucho que contar. Alborote un poco mi cabello
castaño que estaba sujetado en una coleta, acomode mi blusa color rosa y me
acerque hasta el estante de lencería erótica que el vampiro estaba observando.
— Bienvenido, ¿Puedo ayudarlo en algo?— pregunté con una gran sonrisa en
mi rostro.
Estaba tan concentrado mirando los diferentes conjuntos sobre el
estante, que al parecer no me escucho. Entonces, fue cuando pensé, ¿Qué hace un
vampiro en una tienda de ropa femenina? No había muchas respuestas para esa
interrogante pero solo una que llamó mi atención. Fetichismo.
— Busco algo para una noche especial. —su voz grave y varonil hizo que
saliera de mi un pequeño suspiro, cosa que nunca me pasa.
— Creo que lo de su talla lo tenemos en los estantes de allá. — dije
apuntando a una mesa cerca del mostrador donde estaban las tallas extras.
Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro dejando ver un poco sus
filosos colmillos relucientes que reaccionaron ante mis palabras. Me dirigió
una pequeña mirada que no duró más de diez segundos, pero para mí fueron
suficientes para apreciar su rostro.
Su piel era igual de pálida que la mía, a excepción que la suya tenía un
ligero brillo bajo la luz del reflector en el techo. Su rostro era perfecto,
cortado finamente por algún escultor que se encargó de hacer un excelente
trabajo; Cejas poco pobladas, una pequeña nariz recta que salía de entre dos
enormes ojos cafés cautivadores.
— Creo que me ha malinterpretado señorita. Busco algo especial para mi
novia. — dijo sin ningún sentimiento de vergüenza o enojo en sus palabras.
Cuando se trata de indagar en la vida de los demás, siempre imagino lo
peor de ellos. Cuando mi vecino se mudo a mi vecindario, pensaba que era un
asesino en serie, resultó ser un carnicero desempleado. Lo mismo pasó con mi
prima Arleth, por el modo en que se viste, pensé que era una chica de la vida
galante, pero tan solo era edecán. Aunque claro, no hay mucha diferencia en
ello.
Y esta vez me había vuelto a equivocar.
— Discúlpeme, que pena señor. — pase una mano sobre los mechones de
cabello en mi frente. — Lo siento mucho, no quise ofenderlo. No es usual que un
hombre compre en esta tienda, a excepción de que este en un cuerpo equivocado,
si me entiende, ¿verdad? — dije nerviosa queriendo justificarme con esa tonta
respuesta.
— Discúlpeme a mí. —contesto el vampiro, nuevamente retrayendo la vista
al estante. — En realidad, yo soy el que me he equivocado. Pensé que hoy traía
puesto el cuerpo de mujer. — dijo con una pequeña sonrisa escondida en su
perfil.
Así que hice lo mismo que él, sonreí, pero estaba totalmente fingiendo.
Como comediante se muere de hambre y debo admitir que cualquier cosa me hace
reír, sobre todo los videos de bebes y gatos en internet. Todo un clásico.
— Creo que se ve mejor con ese cuerpo. Acabamos de recibir nueva
mercancía, no pensábamos sacarlo hasta el otro mes pero por la equivocación,
haré una excepción…
— ¿Eres vampiro, verdad? — interrumpió dejándome muda ante sus palabras.
Regreso su mirada de nuevo hacia mí, pero esta vez la mantuvo firme a
mis ojos que estaban a la misma altura que los suyos. El también se percató de
mi condición, posiblemente por la misma razón que ya les había comentado. Antes
de contestar me asegure de que no hubiera nadie que pudiera escuchar mi
respuesta.
— Sí, desde hace algunos años. — dije afirmando con una sonrisa entre
dientes. — ¿Usted también lo es? — añadí curiosa aunque ya sabía la respuesta,
quería escucharlo de su propia boca.
— Efectivamente, desde hace algunos siglos para ser más exacto. Puedes
llamarme Eleazar, ¿Cuál es tu nombre?
— Sarah. Mi nombre es Sarah Serafini. — dije torpemente, tanto, que si
pudiera sonrojarme lo hubiera hecho en todo mi rostro e igualaría a un tomate.
Por unos segundos me quede estupefacta frente al vampiro sin saber que decir. —
Traeré los conjuntos de la bodega en un momento. — agregue nerviosa.
— No te preocupes, debo irme. Últimamente las personas no salen de casa
de noche, eso altera mi alimentación. Regresaré después, Sarah Serafini. — me
dedicó una última sonrisa y se retiró del lugar.
Eleazar era un buen nombre, iba perfectamente con el vampiro. Si buscara
un sinónimo para belleza seguramente sería Eleazar. Además llevaba siglos de
vida, por lo que debería de tener un sinfín de conocimiento almacenado en su
mente o por lo menos muchas anécdotas emocionantes que escucharía gustosamente.
En la bodega se encontraba Marcia, mi mejor amiga además de socia de
"S & M" nuestro local. Antiguamente era una prestigiosa modelo
pero por culpa de su adicción a la bebida perdió todo rastro de fama y éxito
que la invadía. Afortunadamente tocó fondo antes de que terminara en una
situación peor y con el dinero que le dio su agencia al despedirla fundamos el
pequeño local que había funcionado perfectamente.
— ¿A que no sabes quien estuvo en el local? — le pregunté emocionada
mientras saltaba sobre un par de cajas vacías.
Marcia es alta, con un cuerpo espectacular y una enorme cabellera
castaña muy al estilo Amy Winehouse. Su rostro era simplemente perfecto;
pómulos delgados, nariz pequeña, barbilla fina y de tañada. Por algo había figurado
en las mejores revistas de moda del mundo.
— No lo sé. Escuche que Stephen Moyer está grabando una película cerca
de aquí. Es tan sexy, ¿has visto sus pectorales? No sé que estaría dispuesta
hacer para tocarlos, bueno en realidad si se. —dijo Marcia con su típico tono
de voz cautivador que la caracterizaba, mientras sostenía una carpeta con la
cual realiza el inventario.
— El vampiro más guapo que he visto, con esos ojos cualquiera cae
rendida a sus pies. — Confesé soltando un gran suspiro al terminar mis
palabras.
— ¡Maldita, Ana Paquin! Ni siquiera tiene un busto firme, el mío es
mucho mejor que ella.
— No hablo de Stephen. —repuse. — Me refiero a otro vampiro mucho más
guapo que él.
Si se lo están preguntando, Marcia es humana, pero sabe de nuestra
existencia porque me descubrió mientras dormía en mi ataúd, pero eso no le
sorprendió ni un poco. Una vida en la farándula le había abierto los ojos ante
el mundo, además argumentó que conoció artistas con hábitos mucho más exóticos
que esos.
— ¿Qué hace un vampiro en esta tienda? —dijo confundida. —Espera, ya se,
es travesti. — me dijo casi afirmando.
— Lo mismo pensé, pero solo buscaba algo especial para su novia. Es una
lástima que no esté soltero.
— Una lástima es que Stephen Moyer no esté soltero. Eso si es una
lástima.
— ¡Marcia por favor! Deja tu fantasía con ese actor. — entonces fue
cuando note esos ligeros destellos dorados en su espesa cabellera y no dude en
preguntar. — ¿Te hiciste algo en el cabello?
— ¿Te refieres a esto? — se tocó el copete ondulado que hacía contraste
con la demás cabellera lacia. — Tan solo son unas mechas de siete mil pesos. Lo
mejor para lo mejor, lo más fino para la más fina, bueno algo así. — dijo un
tanto presumida moviendo un poco su cabeza para que la apreciara mejor.
— ¡Pagaste siete mil pesos por eso! — Marcia contestó asintiendo con la
cabeza, mientras guiñaba el ojo izquierdo y esbozaba una extraña sonrisa. Aun
así se miraba perfecta. — ¿Te falta mucho para terminar? — pregunté resignada
mientras pensaba si estaría dispuesta a pagar esa cantidad por algo parecido.
El único cambio que le había hecho a mi cabellera desde que tengo
memoria, era un permanente barato que no durado más de un mes. A causa de eso
mi cabello se maltrato tanto que parecía que no lo había lavado en años, desde
esa vez jure nunca volver a poner un tinte enzima.
— Solo me faltan otros cuatro cartones para terminar el inventario. —
dijo agotada. —Estoy tan ansiosa por salir, tengo una cita con Santiago, me
llevara a cenar a un restaurant muy caro. — dijo espontáneamente dando pequeños
saltos.
Si odiaba algo de Marcia, era sus estallidos espontáneos. Podía estar
hablando de la cosa más triste del mundo, con lágrimas en sus ojos y rápidamente
decir algo fuera de tema con una gran sonrisa en su rostro. Al principio lo
veía extraño pero con el tiempo me he acostumbrado.
— ¿Santiago es el chico de la pizzería? —pregunté interesada.
— No, ese es Carlos. Santiago trabaja en el café de la esquina. ¡Café
gratis, amiga! — Dijo un tanto orgullosa — Carlos fue muy bueno en la cama, me
pregunto cómo será este. — dijo pensativa.
— Muy bien, muy bien. Eso es algo que no me interesa. — me levanté de
los cartones y tomé la carpeta. — Yo me encargo de lo que falta. Anda, que se
te enfría el café. — dije dándole un pequeño golpe en la espalda con la
carpeta.
— ¿Estás segura? — preguntó inocentemente. — Entonces nos vemos mañana
al anochecer, aja. — dijo con un tono sarcástico, antes de que saliera palabra
alguna de mi boca y salió de la bodega a toda velocidad.
No pasaron más de veinte minutos cuando termine de contar todas las
prendas. Acomode los cartones con mercancía apilados contra una pared y los
restantes que carecían de contenido los desdoble para que fueran llevados al
depósito de basura. En el local habíamos adoptado un reglamento de reciclaje y
al parecer yo era la única que lo seguía al pie de la letra.
Solo hicieron falta dos conjuntos para dormir que no tenían un costo muy
alto pero aun así no dejaban de ser perdidas. Desde que abrimos el local,
nuestros números de acuerdo al inventario habían salido perfectos, pero en
estos últimos meses estaban haciendo falta algunos artículos, por lo que no
dude en llamar la atención a Gabriela. No porque desconfíe de ella, sino por
sus constantes descuidos.
— Como salió el inventario, jefa. — dijo Gabriela detrás del mostrador
mientras se pintaba las uñas de un rojo carmesí.
Gabriela apenas era una adolescente pero Marcia decidió darle el trabajo
puesto a que era una adicta en recuperación y le recordaba mucho cuando ella
pasó por esa etapa. Era la primera vez que ella depositaba su confianza en
alguien que no conocía y hasta ahora no la había defraudado. Llevaba trabajando
con nosotras desde la apertura del local hace dos años y había resultado una
buena trabajadora. Tal vez por eso, trata de parecerse lo más que puede a
Marcia, desde el colorante en su cabello hasta el maquillaje corriente en su
rostro. Podría decirse que era su copia barata.
— Bien, Gabriela. Todo estuvo perfecto, pero note una cosa. En los
últimos meses algunas prendas han estado desapareciendo, por favor, presta más
atención a los clientes cuando entren a los vestidores. — Dije en tono serio.
— Discúlpeme, jefa. He tratado de tener la mayor atención posible, pero
me distraigo, le juro pero no vuelve a suceder. Que, ¿Me los descontara de mi
sueldo? —dijo mientras seguía pintando sus uñas sin prestar mucha atención a
mis palabras.
— Si te los descontara, te quedarías tan solo con lo de la renta y lo
que no quiero es dañarte. Tan solo que no vuelva a pasar Gabriela.
— Muchas gracias, jefa. De ser posible me meteré con ellas a los
vestidores cuando se prueben la ropa. — dijo sonriendo. — Jefa, ¿Se me verían
bien unas mechas en mi hermosa cabellera?
— No es muy buena idea, a Marcia no le gustaría. Ya sabes cómo es,
siempre quiere ser única. — dije entre risas pero mi consejo no le agrado mucho
a Gabriela. — Mejor ayúdame a cerrar.
El reloj marcaba justamente cuarto para las diez, hora que por lo
regular cerrábamos. Verificamos que la puerta trasera estuviera cerrada, que
todas las conexiones estuvieran desconectadas, apagamos los focos de los
escaparates, activamos la alarma y cerramos perfectamente la puerta para evitar
cualquier tipo de desgracias. Todo eso era nuestro ritual para cerrar.
Gabriela vive por la misma dirección que yo pero esta noche la habían
invitado a salir, así que nos despedimos y cada quien tomó su rumbo. Está claro
que no tengo muchas citas como mis compañeras, no es porque nadie quiere
invitarme, sino porque no hay buenos prospectos.
El día lo pasó dormida dentro de mi ataúd, así que el único tiempo que
tengo para salir es de noche. Y los únicos lugares que hay para conocer chicos
a esas horas son los bares y los antros, pero ahí no puedes conocer chicos
decentes. Como suelen decir "los chicos buenos se van a la cama
temprano", es una lástima que cuando ellos se van a dormir yo apenas
despierto.
Trato de que mi nutrición sea regular, por lo me aprovecho de los malos
muchachos y bebo un poco de su sangre, les borro la memoria y todo queda en el
aire. Pero no lo hago tan a menudo, no me gusta la idea de andar mordiendo
personas todos los días para alimentarme.
Algunas veces prefiero recorrer la ciudad, en busca de algo entretenido
que no se pueda ver a los ojos de cualquier persona común. De noche la ciudad
es totalmente diferente que de día, simplemente, como si estuvieras en otro
lugar. Una oscuridad iluminada por millones de luces imparables que te
envuelven en el frágil pero sofocante silencio que recorre hasta el último
rincón de la jungla de concreto.
Aunque suelo encontrarme con situaciones muy embarazosas. Como hace
algunas noches que un hombre estaba dispuesto a pagar por "mis
servicios", estaba tan aferrado que me siguió un par de cuadras en su
flamante vehículo que estuve a punto de tomar del cofre y estrellarlo contra
una toma de agua. Si supiera que llevo tiempo sin ofrecer "mis servicios"
No sé si sea por el vampirismo o por algún trastorno hormonal pero he
perdido las ganas de tener intimidad con alguien. En fin, no es algo de lo que
me guste hablar pero solo lo quise decir para futuras referencias.
Entonces, escuche unos gritos femeninos que provenían detrás de mí y en
un solo movimiento di media vuelta pero no había nadie en la banqueta por la
que caminaba, ni siquiera algún carro que circulara por los alrededores. Tal
vez había sido mi imaginación, por lo que no preste tanta importancia y seguí
caminando pero de nuevo los fuertes gritos invadieron mis oídos pidiendo ayuda.
Mire a mí alrededor pero seguía sin encontrar a la dueña de esos fuertes
gritos que me estaban empezando a helar la piel. Según el mito los vampiros
teníamos los oídos agudizados pero los míos no lo estaban, tal vez en mi
conversión se olvidaron de eso. Me dirigí con velocidad en dirección de donde
según yo salieron los gritos pero todo parecía ser en vano.
Pase por enfrente de "S&M" -mi local-, tapicería robles,
la papelería que acaban de abrir, un callejón y justo estaba por llegar al café
de la esquina cuando escuche de nuevo el agudo grito que provenía del callejón.
Una sola lámpara sobre la entrada trasera de la tapicera iluminaba un
poco pero aun así, estaba sumido en la oscuridad. Dentro pude apreciar a dos
hombres que estaban a punto de atacar a la dueña de los gritos que estaba casi
tendida en la pared de fondo. Los hombres estaban dándome la espalda por lo que
no se habían percatado de mi presencia, ni siquiera la chica que estaba
aterrada por la situación en la que estaba.
— Pensaste que no te encontraríamos, hermosa. Nuestro jefe necesita
rendir cuentas contigo. — dijo el hombre más alto acercándose cada vez más a la
chica.
— ¡No me lastimes por favor! Dile a Cornelius que le pagare, solo
necesito tiempo para reunir más dinero. — dijo la chica aterrada.
— No lo creo, cariño. Ya te ha dado muchas oportunidades y por lo que
nos encargo creo que esta es la última. — dijo el otro hombre amenazando.
Tenía que hacer algo rápido, antes de que la situación pasara a mayores.
Mire hacia la calle pero seguía vacía, así que me adentre unos cuantos pasos
dentro del callejón pero guardando muchos metro de distancia de los agresores.
El hecho de ser vampira no me convierte en una superheroína o algo por el
estilo, también tengo temores y miedos.
— ¡No la lastimen! — grite desde la entrada del callejón intentando ser
un poco valiente. ¿Qué podía ser peor? Ya estaba muerta.
Los dos hombres se giraron hacia mi sorprendidos un tanto por mi actitud
y otra seguramente por ser mujer. Pude verlos perfectamente con la posición que
habían tomado. Los dos vestían de negros como asaltantes, lo que posiblemente
era. Uno era más alto, delgado, con una brillante cabeza a falta de pelo y el
otro era robusto, de piel morena y una enorme nariz que hacía mucho contraste
con sus ojos hundidos en su rostro.
— ¡Pero qué diablos! —exclamo el hombre robusto al verme detrás de
ellos. — Parece que nos divertiremos esta noche, Antonio. Así que no tendremos
que compartir a la misma chica. — le dijo al hombre alto.
Primer error. Cuando están cometiendo algún tipo de crimen nunca se le
llama a su compañero por su nombre, a menos de que sea su alias o que estén muy
seguros de que sus víctimas no saldrán vivías. Espero que sea lo primero.
— Sarah, ¡eres tu Sarah! ¡Nos van a matar! — dijo la voz detrás de los
sujetos, mire por encima de sus hombros y reconocí el rostro repleto de terror;
era Gabriela. Desde que la conocí, había insistido en llamarme jefa, pero ahora
me llamaba por mi nombre. Qué bien. Parece que soy la única aquí que mira
series policiacas.
— Tengo gas lacrimógeno en mi bolsa ¡lárguense antes de que sea
demasiado tarde!— grite con todas mis fuerzas remarcando el tono de advertencia
en mis palabras mientras buscaba algo que no había en la bolsa del pantalón. —
¡Que esperan para largarse!
El hombre robusto sacó rápidamente una navaja de su bolsa del pantalón y
avanzó con ella en mano listo para usarlo cuando fuera necesario. Pero lo que
dolía más, incluso, antes de ser agredida era la estúpida sonrisa de oreja a
oreja que esbozaba maliciosamente que intentaba aterrorizarme para que saliera
huyendo del lugar. Bueno lo había conseguido, pero no huiría.
Opte por una posición defensiva ante los sujetos, no estaba segura de lo
que haría, pero de esta no saldrían a salvo. Entonces sentí como una ola de
energía recorría mi cuerpo indefinidamente desde mis pies hasta mi rostro,
concentrándose en mayor medida en mis ojos que ardían sutilmente incluso mucho
más que mis colmillos ansiosos de alimentarse. Sentía la furia dentro de mí
queriendo salir a toda costa, mi brazo derecho empezó a temblar e incapaz de
controlarme salte de un solo zarpazo hasta el hombre robusto.
Con un rápido golpe hice que soltara la navaja de su mano y me concentré
en su cuello que desgarre de una sola mordida. Su sangre empezó a emanar
directamente sobre mi boca en gran medida, era como estar bebiendo vino
directamente de la botella. Podía escuchar claramente como su corazón bombeaba
con fuerza el fluido que recorría cada una de sus venas llegando a mi boca. Con
el paso de los segundos, el nivel de fuerza decencia cada vez más, hasta llegar
al punto crucial de todo.
En cuestión de segundos estaba entrando en la parte más difícil de todo;
el frenesí. Esa lucha entre la razón y el acto. Se podría decir que es el
clímax de todo vampiro, justo cuando el corazón de su víctima está dejando de
latir pero te aferras a seguir bebiendo de él. Lo que puede ser mortal, pues la
sangre de un cuerpo muerto es veneno para nosotros.
Arroje el cuerpo con todas mis fuerzas contra unos botes de basura que
volaron hacia todos lados con el impacto, el otro sujeto salió despavorido a
toda velocidad hasta la entrada del callejón. Estaba a punto de ir tras él pero
mejor me acerque hasta donde estaba Gabriela, al cual estaba tendida
inconsciente en el suelo. Me asegure de que tuviera pulso y una vez hecho, salí
del callejón en busca del otro sujeto.
Al salir, la calle seguía igualmente vacía, no había persona alguna que
hubiera escuchado los gritos y que por curiosidad saliera a ver qué pasaba. Con
la respiración contendía -literalmente- me recargue en un buzón de
correspondencia, intentado calmar un poco la furia que me invadía.
— Estuviste magnífica. — dijo una voz en el techo del edificio izquierdo
del callejón justo de la papelería nueva. — Todo una heroína, si me permites
decírtelo.
El hombre dio un gran salto cayendo perfectamente en dos pies a unos cuantos
metros frente a mí, justo debajo del la luz mortecina de la lámpara que
alumbraba la calle. Eleazar me miraba inmóvil un tanto sorprendido, supongo.
ese hermoso rostro pálido cubierto con un poco de fascinación al ver todo lo
que había pasado, sin duda alguna tuve que haberlo sorprendido.
— Pensé que no soltarías a ese hombre, diablos, estuve a punto de saltar
y arrancarlo de un solo tiro.
— Gracias, pero puedo sola. No creas que no tenga fuerza de voluntad.
—repuse orgullosamente casi recostada sobre el buzón.
— Vaya que te alimentaste. Tienes una pequeña mancha de sangre justo
ahí. — dijo apuntando desde su posición a mi barbilla.
Mi rostro y parte de mi camisa rosa estaban cubiertos de sangre que
había brotado cuando bebía de él. Limpie un poco mi boca con la mano izquierda,
pero era imposible deshacerme de eso tan fácilmente, así que no le tome tanta
importancia.
— Gajes del oficio. — dije con sutileza regresando al callejón en busca
de de Gabriela.
— Lo sé, mi pequeña Jane Austen. — Esbozó detrás de mí, pero no me
detuve a contestarle.
Gabriela seguía tendía en el frío suelo en un extraño estado de letargo.
Fácilmente podrías pensar que estaba dormida, con su ligera respiración que
casi parecía que roncaba. Pero era claro que no lo estaba, al menos, que
tuviera esa extraña enfermedad vinculada al sueño. Pero no lo era así.
— Gabriela. —susurre hincándome justo a su cuerpo inerte. — Despierta
por favor Gabriela, despierta.
Abrió lentamente sus ojos oscuros en señal de haber despertado, por un
momento los situó justo en la parte de mi rostro manchado con sangre y de tener
unos ojos casi soñolientos cambiaron a unos sorprendidos, totalmente abiertos
que pensé que saldrían de sus órbitas.
— ¡Aléjate! ¡Eres un monstruo! ¡Aléjate! — grito histéricamente soltando
algunos golpeas a la cara de una servidora.
Trate de calmarla pero no escuchaba, estaba totalmente asustada por lo
que presencio, que era imposible hacerla entrar en razón. Repuse mis ojos de
nuevo a los suyos intentando la única opción que me quedaba, hipnotizarla.
Nunca había persuadido a una persona sino era para beber de él, así que sería
la primera vez que lo usaba para fines no lucrativos.
— Tranquila, Gabriela, tranquila. Respira profundo y relájate, no está pasando
nada. — dije sin dejar de verla a los ojos con una voz tan relajada que el
mismo Tony Camo se quedaría corto. — Olvida todo lo que viste esta noche,
olvida que me viste matando a ese hombre, olvida totalmente que me viste. —
Gabriela asentía relajada ante mis palabras.
— Nada de eso funcionara. Aún no eres tan fuerte como para hacerlo
permanente, es cuestión de semanas para que regresen los recuerdos y que todos
se enteren de lo que eres. — dijo protectoramente. — Y claro el supremo no
estará muy de acuerdo con eso.
— ¿El supremo? —Pregunte puesto a que nunca había escuchado de él. —
Entonces ¿Qué quieres que haga?
— Sí, el supremo. —Contesto— Solo te queda una única opción para una
situación como esta. — añadió.
Se acercó hasta donde estábamos y ordenó a Gabriela que se levantara.
Ella lo hizo muy confundida, pues no estaba muy segura de lo que estaba
haciendo en esos momentos, jugar con la mente de los demás era todo un
misterio. Eleazar esbozo una gran sonrisa en su rostro y con un veloz
movimiento, la tomó por el cuello girándolo. Un crujido espantoso vino
acompañado, cayendo el cuerpo sin vida en el suelo frente a mis ojos.
— ¡Pero qué diablos hiciste! ¡La acabas de matar! —grité con tanta rabia
a Eleazar que me observaba en silencio.
— Relájate, Sarah. Era tu cabeza o la suya, acaso ¿No conoces las
reglas? —dijo extrañado.
— No. Mi creador nunca me habló de reglas. — dije con un toque de
sinceridad en mis palabras.
Conocí muy poco a mi creador. Un día me convierte en vampiro, me explica
lo más importante que debo saber y para el otro desaparece sin razón aparente.
Típico de un hombre irresponsable. Pero lo poco que sabía me había servido para
sobrevivir cinco años, hasta ahora.
— Es lo más esencial, mi pequeña jane Austen.
Sin prestar mucha atención a sus palabras, mire por última vez el cuerpo
de Gabriela, pobre chica, pensé. Había vuelto a las drogas, a ese oscuro vicio
del que no se pueden esperar cosas buenas. Sus ojos aún estaban abiertos, los
cerré con delicadeza y frote suavemente su mejilla en señal de despedida.
— Si te sirve de consuelo, de alguna forma u otra hubiera acabado
muerta. Incluso sino hubieras venido aquí, ella hubiera muerto.
Estaba en lo cierto. Cuando llegue, estaba a punto de ser atacada por
esos hombres, de no haberlo hecho, en estos momentos no hubiera mucha
diferencia. Entonces mire la navaja con la que intentó atacarme el sujeto, a
unos cuantos metros de mí, me acerqué hasta ella y la tomé en las manos.
Cerré mis ojos con todas mis fuerzas, poniendo toda la concentración en
el artefacto. Me concentré lo mas que pude visualizando la imagen de Gabriela y
la del sujeto intentando crear un enlace que me revelara algún indicio de lo
que estaban buscando los hombres. Entonces las visiones vinieron a mi mente.
« no se podía distinguir mucho del lugar, estaba muy oscuro con apenas
unas cuantas lámparas que no aluzaban bien por completo pero desde la posición
en la que estaba no podía ver muy bien lo que estaba pasando.
— Pero mira que nos ha traído el viento. — dijo un hombre sentado en la
oscuridad. Franqueando su espalda había dos hombres robustos, otros dos más a
su izquierda y otros tres a su derecha donde pude distinguir el rostro del
hombre alto. Posiblemente yo era la tercera persona del lado izquierdo; el
hombre robusto dueño de la navaja.
— Cornelius, necesito que me hagas un préstamo. — decía Gabriela
temerosa casi hincándose a sus elegantes zapatos.
— Drogas son drogas y préstamos son préstamos. Recuerda que ya tienes un
adeudo conmigo y si no me equivoco debiste haberlo liquidado hace un mes. —
decía el hombre sentado, con un leve acento extranjero.
— Te pagaré en cuanto pueda, solo necesito un poco de aliviane. Por
favor, no he consumido en semanas. — decía Gabriela casi implorando por un poco
de droga.
— Está bien, me convenciste. Denle una pequeña porción del nuevo
producto y denle la cantidad de dinero que necesita. — le indico al hombre
alto. — Tienes un mes para pagarme esto y el resto que me debes, de no hacerlo,
mis hombres irán a visitarte muy pronto y de alguna u otra forma te cobraran el
dinero. — advirtió.»
El ruido de las sirenas de policía que se acercaban me despertaron del
trance en el que me encontraba, limpie la navaja con mi blusa -aunque los
vampiros no tengamos huellas digitales- y la arroje cerca del cuerpo de
Gabriela.
— Será mejor que nos vayamos — dije en voz alta hacia Eleazar que seguía
viéndome inmóvil.
— Espero verte después. — dijo saltando de nuevo al edificio por donde
apareció.
«Yo también lo espero» pensé y desaparecí entre las sombras...
Sarah, la vampira
Reviewed by Juan Alemán
on
4:10:00 p.m.
Rating:
¡Por fin! Por fin he podido terminar de leerlo, porque entre la escuela y mis tareas no había podido, pero... por fin...
ResponderBorrarMe agrada mucho como va comenzando tu historia; me ha dejado picada, así que espero pronto tener la oportunidad y seguir leyendo y ponerme al corriente hasta el tercer capitulo que ya subiste, porque ya quiero saber ¿¡qué pasara con Sarah!? ¿Y S&M, el cadáver de Gabriela, Marcia, Eleazar? ¿Y el supremo? ¿Quién es? Hay demasiadas cosas por descubrir *--* mientras me pongo al corriente te mando un saludito hehehe
Besos!!